El Tribunal Supremo ha absuelto de todos los cargos a los camaradas R. Bau, C. García Soler, J.A. Llopart y O. Panadero, condenados por la Audiencia de Cataluña a varios años de prisión por delitos de pensamiento.
Tras ocho años de proceso, una represión implacable, una campaña difamatoria monstruosa, y un desgaste económico que ha alcanzado la friolera de 150.000 €; al fin los cuatro acusados han podido respirar tranquilos al ver como se hacía justicia. Algo con lo que tras el encarcelamiento del librero Pedro Varela, ninguno de ellos se atrevía siquiera a soñar. A pesar de todo lo que ha avanzado la censura ideológica en los últimos años, en España vamos con retraso y aún queda bastante para llegar a las persecuciones que se registran en otros países europeos como Francia o Alemania, en los que la absolución habría sido impensable. Tanto la prensa izquierdista como la más reaccionaria, han alzado sus voces al unísono, haciendo de coro al sionismo internacional, para protestar contra la absolución del Supremo. Y dicen: “la libertad de expresión no puede amparar a aquellos que incitan a cometer actos de odio racial o a quienes justifican un genocidio”. Y es cierto. Si realmente alguno de ellos hubiese tratado de difundir mensajes semejantes, con toda justicia merecerían ser perseguidos. Pero jamás ha sido así. La acusación ha tratado de demostrarlo sacando de contexto y tergiversando frases de publicaciones editadas tanto por CEI como por ENR o Kalki, y presentándolas precedidas de una maliciosa introducción donde trataba de condicionar al Tribunal sobre el sentido en el cuál debían ser interpretadas estas frases totalmente ambiguas y parciales. Pero curiosamente, en ningún caso ha podido aportar obras o textos completos que transmitan mensajes de odio racial o alaben genocidio alguno. Y su castillo de naipes se ha derrumbado. Por su parte, los medios de comunicación del Sistema han realizado un juicio paralelo cuya sentencia final sobra exponer. Todo aquel que expone ideas contrarias al Pensamiento Único sobre los temas tabú de la democracia, es automáticamente censurado a través del uso estratégico de conceptos deformados como “racismo” o “antisemitismo”, que han perdido ya su significado original, silenciando así la voz de los disidentes y pudiendo perseguirles legalmente por “incitar al odio”, es decir, por renegar de los dogmas del Sistema. Y a los historiadores de todas las tendencias que ponen en duda la historia oficial del III Reich, o a los editores que se han atrevido a reproducir sus obras, se les acusa mediática y judicialmente de justificar o apoyar los crímenes cuya existencia discuten. ¡Un absurdo! Y así se ha creado por vez primera la figura del “hecho histórico” sobre el que es ilegal investigar de manera independiente. Pero, ¿qué clase de “hecho” es aquel que necesita ser protegido de la libre investigación? Solo esto ya nos dice mucho más que cualquier tesis revisionista. Todo el proceso en sí ha sido una pantomima. Al Sistema le es indiferente si alguien incita a la violencia por razones políticas o raciales. Agrupaciones izquierdistas o islámicas difunden esta clase de mensajes en toda Europa y jamás han sido molestados por ello. El único objetivo que persiguen los de arriba es acabar con el Nacionalsocialismo recurriendo para ello a todos los medios a su alcance. Nadie se defiende si no se siente atacado; y con su represión, lo único que hace el Sistema es señalarnos dónde le duele. Porque la vida que han llevado nuestros camaradas desde su juventud, una vida de militancia sin tregua, fuertemente ligada en lo político y en lo personal a los valores supremos que durante milenios forjaron el espíritu inmortal de los pueblos europeos, ha resultado ser el mejor camino revolucionario. Frente al conformismo y a la degeneración ética y moral promocionados por la Democracia, la vida de estos cuatro camaradas, es para todos nosotros el mejor ejemplo de lucha anti-sistema.
Devenir Europeo está elaborando una PUBLICACIÓN ESPECIAL sobre el caso que verá la luz en breve. ¡¡¡IMPRESCINDIBLE!!! No se la pierda.