
HOMENAJE A UN AÑO DE SU MUERTE
En tiempos donde la verdad se paga con cadenas, Úrsula prefirió ser libre por dentro que obediente por fuera.
Nacida en 1928, Úrsula Haverbeck creció en una Alemania convulsa, marcada por el ascenso del Tercer Reich y la devastación de la Segunda Guerra Mundial. Vivió los bombardeos, las expulsiones, el hambre y la ocupación extranjera que siguieron a la derrota. Aquellos años de fuego y ruina forjaron el carácter de una mujer que jamás aceptaría callar.
Lejos de rendirse, Úrsula se formó intelectualmente y dedicó su vida a defender lo que consideraba justo: la verdad histórica y la libertad de pensamiento. Junto a su esposo, el profesor Werner Haverbeck, participó activamente en iniciativas culturales, ecológicas y educativas. Ambos compartían la convicción profunda de que el pueblo alemán tenía derecho a conocer su historia sin filtros, sin censura y sin imposiciones.
Durante décadas, Úrsula investigó, escribió y habló en público sobre lo que consideraba verdades silenciadas, defendiendo una visión del pasado muy distinta a la impuesta por los vencedores. Sostenía que el nacionalsocialismo, en tiempos de paz, fue un proyecto de renovación cultural, espiritual y social para Europa, centrado en el orden, la identidad y la armonía con la naturaleza. Esta interpretación, ya incómoda para el sistema, se volvió intolerable cuando Úrsula comenzó a cuestionar abiertamente el relato oficial del Holocausto.
Su intervención más decisiva fue una entrevista televisiva en la que, con serenidad y rigor, desmontó punto por punto lo que ella consideraba un mito impuesto por ley. Aquel testimonio, que aún puede encontrarse en los rincones libres de internet, fue el motivo directo por el que, a los 88 años, fue condenada a prisión. No por incitar al odio, ni por violencia, sino por atreverse a decir en voz alta lo que muchos ni se atreven a pensar.
Cuando le preguntaron si temía acabar en prisión por sus declaraciones, Úrsula respondió con la serenidad de quien ha hecho las paces con su destino:
“Es un riesgo que debo correr. Ése es el precio que debo pagar.”
Y citando a Schiller, dejó una frase que hoy resuena como un desafío para toda una generación:
“¡Arriba, mis camaradas, a los caballos! Y si no arriesgáis la vida, jamás os la habréis ganado.”
Hoy, un año después de su partida, comprendemos que aquella cita no era solo literatura: era una llamada. Una invitación a despertar, a mirar la verdad sin miedo y a defender Europa con valor y dignidad.
La memoria de Úrsula no es un recuerdo, sino una semilla que germina en cada espíritu libre. Su ejemplo nos recuerda que la libertad se conquista, y que el deber del europeo consciente es pensar, buscar y atreverse a decir lo que otros callan.
Mientras haya quienes se atrevan a hablar, Úrsula seguirá viva.
Tus camaradas.
Escrito por Devenir Europeo 















